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Polonia, historia milenaria

En su obra La vida es sueño, Calderón de la Barca habla de un rey procedente de Polonia. España y Polonia no han mantenido relaciones muy estrechas en el pasado. Puede incluso que, a ojos de los españoles, la historia de Polonia se perciba como trágica, triste, romántica e incluso poco arraigada. Sin embargo, en 2016 se cumplieron 1050 años de la entrada de Polonia en la liga de países cristianos y, así, en el seno de la cultura de la Europa occidental y mediterránea, lo que supuso la creación de las bases del Estado polaco. Te invitamos a descubrir los hechos y leyendas más importantes de la historia polaca.

La leyenda de los tres hermanos

Existe una leyenda eslava que explica el nacimiento y origen de Polonia. Sus protagonistas son tres hermanos (Lech, Czech y Rus) que llegaron a estas tierras y se asentaron junto a sus tribus entre los ríos Vístula y Oder. Entre las colinas divisaron un roble muy frondoso en el que encontraron un nido de águilas. Lech decidió quedarse a vivir en ese lugar y creó su propio país (Polonia) dibujando un águila blanca en su bandera. Czech prefirió instalarse más al sur, y Rus al este, estableciéndose respectivamente la República Checa y Rusia.

Los acontecimientos históricos más importantes de Polonia

Se tiene constancia de que los primeros asentamientos eslavos en territorio polaco se remontan al siglo VI entorno a la ciudad de Gniezno, que fue la primera capital del país y sede de la dinastía Piast, que gobernó Polonia hasta el año 1370. En esta época se establecieron dos de los asentamientos más importantes de la historia del país: los Polanos, que ocuparon la actual Wielkopolska (Gran Polonia), y los Wislanos, que se establecieron en Malopolska (Pequeña Polonia).

En este país, tradicionalmente pagano, el cristianismo se introdujo en el año 966 por iniciativa de Mieszko I (primer soberano polaco, que contrajo matrimonio con la princesa checa Dobrawa).

A pesar de la llegada del cristianismo, aún existían muchas tribus paganas en Polonia. Por eso el príncipe Konrad de Mazowia invitó a Polonia a los Caballeros Teutónicos en 1226 para que le ayudasen a combatirlas. Con el paso del tiempo, los Caballeros Teutónicos se hicieron tan poderosos que la corona Polonia se vio amenazada. Por este motivo se libró una de las mayores batallas de la Europa Medieval: en el año 1410, en los campos de Grunwald, una alianza polaco-lituana luchó contra la orden de los Caballeros Teutónicos.

El primer monarca de Polonia fue Boleslaw Chrobry (año 1025). Sin embargo, fue a partir del reinado de Casimiro el Grande (Kazimierz Wielki, 1333-1370) cuando el país alcanzó su Edad de Oro. Esta época de plenitud que vivió Polonia se materializó en la restauración del castillo de Wawel en Cracovia y en la apertura, en el año 1364, de la Universidad de la misma ciudad, la primera escuela superior polaca, en la que se formaron grandes científicos como Nicolás Copérnico, a quien debemos el descubrimiento de que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no al revés.

El florecimiento del arte, la cultura y agricultura, junto a las importantes conquistas territoriales, se prolongaron hasta la muerte del último rey de la dinastía de los Jaguellones, a finales del siglo XVI.

Durante todo este tiempo, Polonia y Lituania formaron la denominada República de las Dos Naciones, cuya capital fue Cracovia. De esta forma, Polonia y Lituania lograron superar militarmente a los Caballeros Teutones, que pretendían ampliar su territorio. Así, la República de las Dos Naciones consiguió ampliar considerablemente sus fronteras hasta el mar Negro y favoreció la aparición de una abundante clase noble.

Precisamente la excesiva libertad de la que gozó la nobleza fue, según los historiadores, el principal motivo que acabó con el Reino de Polonia. A partir de la muerte del último monarca Jaquellón, que no dejó descendientes, los nobles se encargaron de elegir a sus monarcas, es decir, que Polonia dejó de ser una monarquía hereditaria.

Con el tiempo, el territorio del reino fue menguando puesto que las familias aristócratas, centradas en sus intereses particulares, competían entre sí por el trono, olvidándose de autorizar estrategias bélicas de defensa ante las amenazas exteriores. Todo ello creó el caldo de cultivo perfecto para que las tres potencias vecinas (Austria, Prusia y Rusia) se repartieran el territorio polaco a finales del siglo XVIII, con la consecuente desaparición del Estado hasta el año 1918.

Aunque fue por poco tiempo, durante el periodo de entreguerras Polonia recuperó su independencia. Impulsados por el entusiasmo y el optimismo que provocó la recuperación de la libertad, durante aquellos años los polacos construyeron las sólidas bases de un Estado que, una vez más, se encontraba en la encrucijada de las dos Europas. La construcción del puerto de Gdynia aseguró el acceso al mar Báltico de este "joven" país. Una gran noticia que, a la vez, evidenciaba la comprometida situación que sufría el país: su puerto histórico, el de Gdansk, tenía un gobierno compartido entre Polonia y Alemania.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, de acuerdo a las resoluciones de la Conferencia de Yalta Polonia perdió los territorios en su franja oriental aunque recuperó otros en la parte occidental que habían sido cuna del Estado polaco. Este nuevo orden político conllevó que Polonia entrara en la órbita de influencia de la extinta URSS, formando parte del bloque popularmente conocido como “la Europa tras el telón de acero”.

Las multitudinarias huelgas obreras que se produjeron en Gdansk junto a la creación del primer sindicato independiente del gobierno en 1980, fueron dos hitos claves para la historia polaca. Estos movimientos llegaron mucho más lejos de lo que se entiende como una protesta sindical: las protestas se extendieron a los países vecinos de la órbita soviética, lo que provocó la caída del Muro de Berlín en 1989 y la reunificación de Europa.

En este cortometraje de animación, presentado en el Pabellón de Polonia durante la EXPO 2010 de Shanghai, podéis descubrir la historia de Polonia: ver película

¿Sabías que…?

Polonia ha tenido tres capitales distintas. La primera de ellas fue Gniezno, que después fue sustituida por Cracovia durante algún tiempo. Más tarde, por decisión del monarca sueco Segismundo III Vasa, coronado rey de Polonia en 1587, Varsovia se convirtió en la capital del país a partir de 1596, y así sigue siéndolo hasta nuestros días.

Polonia no participó en ninguna de las guerras religiosas que tuvieron lugar en Europa, por lo que fue declarada “tierra sin hogueras”, convirtiéndose así en destino clave para fieles de diversas religiones.

Polonia aprobó la primera Constitución de Europa (Constitución de 3 de Mayo) y la segunda del mundo por detrás de la de Estados Unidos, un estatuto que firmó el rey Stanisław August Poniatowski en el año 1791. En el infructuoso intento de reformar el Estado antes de su desaparición a finales del siglo XVIII, se creó la Comisión de la Educación Nacional, es decir, el primer Ministerio de Educación del mundo.

Napoleón Bonaparte recibió apoyo polaco en sus operaciones militares en base a la promesa de restablecer el Estado. Los soldados polacos, integrados en el ejército de Napoleón, llegaron a luchar en la Península Ibérica. Una de las grandes hazañas militares polacas, de las más conocidas en el país, es la acontecida en la batalla de Somosierra (Madrid), aunque los soldados lamentaban tener que luchar contra terceras naciones, como España o Santo Domingo, para recuperar su independencia.

La política de elección de reyes por parte de la nobleza provocaba que accedieran al trono personajes que no eran necesariamente aptos para dirigir un reino. Sin embargo, entre ellos cabe destacar la figura de Juan III Sobieski, cuya fama traspasó las fronteras de Polonia a finales del siglo XVII. A petición del Papa, el monarca acudió a Viena para rescatar la ciudad del asedio de las tropas turcas (1683).

Los polacos nunca se resignaron al haber perdido su independencia. La historia del país suma varios episodios bélicos cuyo fin era recuperarla. Se produjeron numerosos levantamientos, principalmente en los territorios ocupados por Rusia, aunque el único que resultó victorioso fue el de Wielkopolska (Polonia Mayor, Poznan) en 1918, gracias al cual una Polonia nuevamente independiente recuperaba estas tierras. El último de los alzamientos tuvo lugar en 1944 en Varsovia, dirigido contra las tropas nazis que ocupaban la ciudad. El  Museo de la Insurrección de Varsovia, uno de los más importantes de la capital, recrea el día a día de los ciudadanos durante el levantamiento contra las tropas alemanas.

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